Aunque el origen árabe de esta receta sea el que más se oye, algunas voces afirman que ya los romanos las hicieron llegar a la Península, encontrando escritos que hacen referencia a un tipo de receta para elaborar rosquillas de manera muy parecida a como las preparamos en la actualidad.

Y, aunque su origen es el que es, se puede decir que se convirtieron aquí en un dulce tradicional, pudiendo encontrar gran variedad de tipos según el territorio en el que nos encontremos (rosquillas de Ledesma, rosquillas ciegas, rosquillas de baño, rosquillas tontas, rosquillas listas,…).

Rosquillas para todos los gustos y preferencias que seguro nos harán disfrutar de momentos muy dulces.

 

Ingredientes

700 gramos de harina
4 huevos
50 ml de leche
Ralladura de 1 limón
Ralladura de 1 naranja
150 gramos de azúcar
50 ml de aceite
1 sobre de levadura
Licor (el que más guste)
Aceite de oliva suave (para freír las rosquilla)
Azúcar glas (para espolvorear las rosquillas)
Elaboración

 

Como primer paso de esta receta, lavamos y rallamos el limón y la naranja. Dejamos la ralladura en un cuenco y reservamos hasta el momento de incorporarla a la masa.

En una fuente, batimos los huevos con el azúcar, podemos ayudarnos de unas varillas que harán más fácil el trabajo consiguiendo que la mezcla espume.

A continuación, añadimos la leche, un chorro del licor que hayamos elegido y la ralladura del limón y la naranja y continuamos batiendo hasta que estén todos los ingredientes bien integrados.

Ahora sumamos el aceite y batimos de nuevo.

Toca ya añadir la harina y la levadura, no hace falta tamizarlas, pero las añadiremos poco a poco a la vez que continuamos revolviendo para que se unan con el resto de ingredientes hasta obtener una masa manejable, un poco pegajosa, pero manejable.

Es el momento de preparar una bola con esta masa, envolverla en film transparente e introducirla en la nevera para que repose durante unas 3 horas.

Pasado ese tiempo, sacamos la masa de la nevera y comenzamos a dar forma a nuestras rosquillas. Para ello, vamos preparando unas bolas pequeñas a las que haremos un agujero en el centro.

Un truco para que la masa no se nos pegue a las manos mientras estamos trabajando con ella consiste en untar nuestras manos con un poco de aceite.

El último paso será freír las rosquillas en una sartén con abundante aceite de oliva, a temperatura suave.

Las vamos sacando de la sartén según veamos que ya están doradas y las posamos en un plato que habremos preparado con un par de servilletas de papel para que absorban el exceso de aceite.

 

Después, las pasaremos a una fuente y, como último paso, las espolvorearemos con el azúcar glas.

 

Decir que estas rosquillas van a quedar más bien esponjosas pero perfectas para remojar en un café.

 

¡Buen provecho!

 

YMI

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