Potajes, bacalao, torrijas y mucha limonada

La Semana Santa es conocida por sus procesiones pero también por ser tiempo de potajes, bacalao, torrijas y limonada.

De entre los potajes, el rey de la temporada es el potaje de cuaresma o vigilia. Tradicionalmente es un potaje que se ha servido los viernes de cuaresma como consecuencia de la prohibición religiosa de comer carne en este período. El protagonista de este potaje es el bacalao que proviene de un salazón y por esto debe prepararse en remojo un día antes. El potaje está elaborado además garbanzos, espinacas y cebolla, ajos, aceite, pimentón. También se le añade huevo duro.

Hay que poner los garbanzos en agua caliente hasta que lleguen a su media cocción, tras esto se añade el bacalao, la espinaca y se espera a que esté preparado. Se añade también un sofrito y alguna hoja de laurel. Se deja reposar una media hora y se sirve caliente. El truco de la preparación está sólo en saber el momento en el que se vierte el pescado y la espinaca sobre los garbanzos hirviendo.

Bacalao a todas horas

Además de en el potaje, el bacalao se prepara en estas fechas de otras muchas maneras: con arroz, al ajo arriero, rebozado… La base es siempre el bacalao en salazón,  es una forma procesada de bacalao que consiste en practicarle la desecación mediante sal (salazón). Esta presentación hace que se pueda conservar en un lugar seco durante varios meses. La variedad más apreciada es la gadus morhua.

¡Vaya torrija!

Deseada por todos, quién se puede resistir en Semana Santa a este dulce tradicional de cuaresma que consiste en una rebanada de pan (habitualmente duro, de varios días) empapada en leche y, tras ser rebozada en huevo, frita en una sartén con aceite. Luego, según gustos y recetas, se aromatiza con ingredientes como canela o algún licor, y se endulza con miel o azúcar.

De origen humilde, buscaba antaño saturar pronto para evitar caer en la tentación de probar algún plato de carne, como se sabe, alimento al que hay que guardar abstinencia durante la cuaresma.

Las rebanadas de pan deben ser cortadas de un grosor no superior a 2 cm, se vierten sobre leche caliente que posee azúcar y canela hasta que se remojan suficientemente, posteriormente se rebozan en huevo batido y se vierten en aceite sobre una sartén muy caliente hasta que se dora el pan por ambos lados.  En algunos lugares, con posterioridad, es remojada en vino blanco o dulce, a veces se le añade algún licor como anís y se empapa en un almíbar elaborado con agua y miel.

Limonada para ‘matar judios’

Por último destacamos la limonada, esa bebida que hermana a los pueblos de la provincia de León, a uno  y otro lado del Manzanal. Vino tinto, zumo de naranja y de limón, azúcar y algunos tronquitos de canela en rama son la base de esta bebida, que cada uno enriquece según su ‘receta secreta’. Estos son los principales ingredientes que dan cuerpo al caldo con el que antaño se salía a ‘a matar judíos’. Pero, ¿de dónde viene la popular expresión? De origen incierto, parece ser que esta expresión proviene, de la «venganza» que por la muerte de Cristo se tomaban los cristianos, y en la que se asimilaba que por cada vaso de limonada que se tomaba, simbolizaba la muerte de un judío.

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